La familia emprendedora es aquella que demuestra  unidad, esfuerzo y dedicación para sacar adelante las metas y objetivos que persigue de manera solidaria.  La familia es la principal empresa que tenemos entre manos y, como toda empresa, debe tener  proyectos en los que todos sus miembros se involucran de manera activa, libre y responsable.

Una familia unida tiene planes de acción conjunta para lograr la solidez, la armonía y la organización que suponen conformar un “hogar”. Evidentemente, en una familia hay espontaneidad cuando de amor, alegría y comprensión se trata; la manera de comunicarse, de conocerse, sus “complicidades”, surgen del propio impulso del afecto familiar. Todo esto se aprende en familia sin “programación” previa.

Sin embargo, hay otras cosas que sí requieren una organización, una planificación, una programación como, por ejemplo, los encargos que cada miembro tiene para “involucrarse” en “su casa”. Un hogar ordenado y cuidado no sale solo o como por “arte de magia”, sino que hay que poner manos a la obra y repartirse los encargos: la limpieza, el menú, las compras de la canasta familiar, el arreglo de los desperfectos, el tener todo en orden («un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar»), la ropa limpia y planchada, el pago de los servicios de luz, agua, teléfono, gas, etc. no admiten espera.

Llegar a casa, “sentirse en casa” no es sólo cuestión de amor sino también de orden.  El “dulce hogar” no es sólo armonía y tranquilidad, sino también limpieza y organización. “Sentirse en casa” implica “meterse en las cosas de la casa”, llevar todos juntos las cargas de la casa.

Uno de los aspectos más importantes que debemos llevar todos juntos y a una es la economía familiar. Todos los miembros de la familia podemos colaborar para conseguir una economía familiar sana. Generalmente, los padres  son los que manejan el dinero y elaboran un presupuesto de gastos y de ingresos. Y aunque los hijos todavía no estén en condiciones de ingresar dinero por su edad o por estar estudiando, sí están en condiciones de gastar menos, de cuidar más las cosas que usan, de no crearse necesidades “innecesarias”, de tener conciencia del ahorro, etc. Esto también se aprende en familia.

Una regla de oro personal y familiar es que nunca se debe gastar más de lo que se ingresa, ni se debe gastar todo lo que se ingresa, sino que se debe gastar menos de lo que se ingresa, guardando un porcentaje de dinero como previsión para necesidades futuras.

Las necesidades primordiales son lo primero que hay que satisfacer en un hogar y, cuando sea posible, las superfluas. Llevar un estricto régimen presupuestario, planificar el gasto y ahorrar sí que es posible hacerlo,  y con optimismo. El presupuesto hay que revisarlo y adaptarlo con frecuencia, porque siempre hay “imprevistos”.

Lo primero es pagar las deudas contraídas, los seguros, los gastos imprescindibles. Hay que intentar  usar  lo menos posible las tarjetas de crédito, ya que el crédito excesivo necesariamente convierte el ahorro en un imposible. Nunca debemos vivir por encima de nuestras posibilidades económicas y esto es un lema de vida para toda la familia. Las crisis económicas no son tan malas como parecen, pues nos enseñan muy bien esta lección.

El consumismo excesivo, el despilfarro económico, crearse necesidades ficticias, la adicción a comprar y a gastar, no nos hacen personas más felices ni  personas con más carácter. Gastar más y aparentar tener más, no nos hace personas más importantes ni más valiosas. La “cultura del tener más” nunca podrá relegar a la “cutura del ser más”. Y aunque parezca una perogrullada decirlo, es evidente que las personas valen más por lo que SON que por lo que TIENEN. Y los padres tienen que enseñar esto a sus hijos, primero con el propio ejemplo.

Planificar la situación patrimonial de la familia, implica una visión a corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo. No sólo hay que analizar los gastos del próximo mes, sino los de todo el año y los de futuros años.  Hay que hacer un inventario de lo que tenemos en el presente (dinero, inversiones, propiedades, etc.) y  delinear importantes objetivos financieros futuros como, por ejemplo,  poder financiar el postgrado de los hijos, aunque todavía estén pequeños. De ahí la necesidad de planificar el consumo y el ahorro.

Esto no implica tacañería ni racanería. Implica inteligencia, responsabilidad, visión de conjunto y visión de futuro para vivir bien y con calidad de vida, sin el agobio de las deudas imposibles de pagar, por la falta de una adecuada planificación de la situación patrimonial de la familia. La mesura, el equilibrio, el auto-control son virtudes humanas necesarias para vivir felices y garantizarnos una adecuada calidad de vida.

Una familia solidaria, aunque no sea rica, piensa también en la generosidad porque, sin  importar el monto de sus ingresos, destina un pequeño porcentaje de ellos para ayudar a los más necesitados. Es como dice el refrán, si queremos que realmente se aplique “hoy por ti, mañana por mí”.

El consumismo a todos nos llega, nos bombardea por todos lados, se nos mete por los ojos, los oídos, la nariz …por todos los sentidos. La cultura consumista nos “manipula» para gastar, gastar y gastar como si ésto fuera la fuente de la felicidad y de la autorealización personal.  Por eso, hay que estar alerta.

El gasto mesurado y el ahorro inteligente no son una utopía, pero sí requiere disciplina y convicción. El consumismo sí que es una quimera y una esclavitud. Todos deberíamos ser educados en las finanzas dentro de la propia familia, porque en ella tenemos nuestra mejor universidad. La mesura, la moderación, la sobriedad se aprenden en la familia como, también en familia, se aprende a amar, a respetar, a dialogar, a comprender, a perdonar y a ser solidarios con los más necesitados.

Otra regla de oro es estar contento con lo que cada uno tiene ahora y disfrutarlo. Hay que disfrutar con lo que se tiene cada día y ser agradecido. Esto no es conformismo, sino realismo. Y, aunque siempre se aspire a más y mejor, no hay que esperar a disfrutar de la vida cuando en el futuro se tenga más, sino a disfrutar de la vida con lo que se tiene en el presente.

El sentido común,  que resulta ser el “menos común de los sentidos», nos enseña que no es más rico el que tiene más, sino el que menos necesita. Esto no significa no tener aspiraciones; al contrario, significa crecer más como personas. Significa aspirar a ser libres de las cargas financieras. La libertad financiera sólo la puede dar el ahorro y la inversión. Habrá libertad financiera si separamos un 10% de nuestros ingresos  y no lo tocamos para nada.

No hay libertad financiera cuando en una familia, con un muy alto nivel de gastos, el padre y la madre tienen que trabajar sin descanso para poder mantener ese altísimo nivel de vida, pero con muy poco tiempo para disfrutar de su familia y de aquellas cosas que los hacen felices.

Obviamente, hay que trabajar intensamente para generar ingresos activos, pero con un orden de prioridades para no «desplazar» a la familia o relegarla a un segundo plano creyendo, equivocadamente, que es más importante darle dinero que tiempo. El nivel de gastos de una familia nunca debería «esclavizar» a los padres.

Es importante no prescindir de la recreación en familia ni de las vacaciones en familia. Hay que salir a vacaciones, por lo menos, una vez cada dos años. Se puede disfrutar mucho, sin tener que gastar mucho. Las mejores vacaciones no son las más caras. Salir de vacaciones no es un lujo sino una necesidad, que solo es posible cuando se tiene una fuerte cultura del ahorro.

La economía familiar es un trabajo en equipo, es una tarea conjunta entre padres e hijos que debe asumirse de manera positiva y entusiasta, sobre todo en los momentos de escasez. Es una realidad constatable que, muchas veces, las familias más felices y más unidas, son aquellas que tienen los gastos muy limitados, haciendo a todos sus miembros personas más recias, más compasivas y más solidarias con los demás. 

Actualmente las familias en España deben hacer auténticos malabarismos para sobrevivir en medio de esta crisis económica que nos aqueja. España es en estos momentos el país de la Unión Europea con la más alta tasa de paro, y es un drama saber que al día de hoy son miles las familias que tienen al padre y a la madre sin trabajo y con pocas posiblidades de encontrarlo.

Por: Patricia Alzate Monroy, Abogada y Doctora en Derecho

Por Patricia

4 comentarios en «La gestión responsable e inteligente de la economía familiar»
  1. Mis padres no llegan a final de mes cada uno lleva su pensión. Y quiero que alguien los enseñe a pagar y a gestionar los dos sueldos para llegar bien a final de mes.

  2. El catedrático español de Estructura Económica Santiago Niño Becerra cree que la actual crisis económica atraerá un nuevo modelo económico basado en la productividad y la eficiencia con menos recursos; dice que «deberemos aprender a vivir siendo más pobres», dejando atrás el modelo del consumo y crédito barato actual. “Estas crisis son de diez años, seguiremos cayendo en 2012 para pasar a un estancamiento de dos años y llegar, finalmente, a una lenta recuperación que es cuando se implantará un nuevo modelo que tendrá que estar basado en la productividad y la eficiencia que suena muy bien, pero tendrá consecuencias: un paro estructural muy elevado”. “El ciudadano de a pie, tanto el español como cualquiera de otro lugar del mundo, tiene que aprender que esta situación de hiperconsumo en la que ha estado inmerso en la última década se ha acabado y no va a volver nunca. ¿Por qué? Porque se le concedió una capacidad de endeudamiento que se ha agotado y ahora hay que pensar en otra cosa que en la práctica es: tenemos que aprender a ser más pobres y vivir con menos”.

    Niño Becerra señala que con este nuevo modelo se dejará atrás el individualismo triunfalista para pasar a otro basado en la coordinación y colaboración entre todos.

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