Me he decidido a escribir algunas reflexiones para matrimonios y parejas porque me lo han pedido algunos lectores amigos. Aunque soy Abogada de Familia, mi experiencia con respecto al matrimonio y a la familia no se limita sólo al aspecto jurídico, sino que también se extiende a la vivencia personal de estas realidades tan cotidianas de la vida diaria. Ningún ser humano, sin importar su raza, religión, nacionalidad o nivel socio-cultural, es ajeno a este tema, puesto que nada hay más antropológico y jurídico que el matrimonio y la familia. Todos podríamos hablar y teorizar mucho sobre el matrimonio y la familia, pero no todos podríamos vivirlos con plenitud, porque para eso hay que aprender y practicar continuamente.

Es curioso ver que invertimos muchos años, esfuerzo y dinero en educarnos y prepararnos sólidamente para actuar adecuadamente dentro de la sociedad o para ejercer una profesión o para practicar bien un deporte o un hobby; pero muy poco esfuerzo invertimos para educarnos en el amor, en el control de nuestras emociones y en el buen manejo de nuestras relaciones interpersonales y familiares. ¡Y son aspectos tan cruciales de nuestra vida e ingredientes tan esenciales de nuestra felicidad y de nuestro éxito personal!

Voy a empezar por el principio: una pareja, antes de casarse o de irse a vivir juntos y formar una familia, ha tenido una previa etapa de conocimiento personal. Lo normal es que haya comenzado con un primer encuentro, siga con un periodo de conocerse más a fondo (lo que comúnmente llamaríamos noviazgo) y luego decidan formalizar un matrimonio o una unión de hecho. Es decir, hay un proceso con diferentes etapas que mejor será no saltarlas ni quemarlas porque si no, probablemente, terminemos quemándonos como pareja. ¿Y cuánto tiempo es el adecuado en cada etapa para esa pareja que quiere comprometerse? Puede ser breve o puede ser largo, eso no importa, porque lo importante es que se conozcan bien los dos. Lo que sucede es que muchas veces las parejas no se conocen (aunque lleven un noviazgo de muchos años) porque son, en el fondo, «dos conocidos muy desconocidos», no hablan entre sí, o hablan mucho pero sin comunicarse ni escucharse, no dialogan de aspectos personales importantes; se miran, pero no se observan a fondo para descubrirse defectos o virtudes, no planifican un futuro ni se cuentan sus expectativas ni qué es lo que cada uno desea y, sin embargo, se casan o conviven pretendiendo «embarcarse juntos» en un proyecto de vida común a largo plazo.

Se piensa mucho para elegir una carrera y una universidad,  pero a veces poco se piensa para elegir una pareja. Y es que elegir o decidir implica mucha libertad y mucha responsabilidad, implica mucha madurez y reflexión. Y esto es lo que menos suele ejercerse para realizar lo importante. ¿Es que mi pareja debe ser perfecta? No. ¿Es que tenemos que ser muy parecidos? No. ¿Es que tenemos que pensar igual? No. Al contrario, las diferencias, las imperfecciones y las virtudes de cada uno son lo que nos complementa mutuamente como pareja. ¡Si fuésemos iguales qué aburido sería!

La pareja avanza cuando sabe equilibrar sus diferencias. Para la sana y correcta convivencia es provechoso saber quién es uno mismo, cómo reacciona, quién es el otro y qué reacciones cabe esperar de él; es decir, conocer el modo de ser propio y el de la pareja, conocer bien las diferencias personales y, también, las similitudes. Es verdad que uno nunca termina de conocerse bien a sí mismo y mucho menos a la pareja, porque precisamente conocerse es un proceso cuyo encanto está en la espontaneidad que implica, ya que nadie tiene su comportamiento «programado» como un ordenador, pero -por lo menos- hay que intentarlo, hay que ponerse en una actitud positiva de descubrirse a uno mismo y descubrir al otro con entusiasmo, con admiración y de manera tranquilizante. ¡En el fondo esto es el amor!

El proceso de conocerse mutuamente no se acaba, el proceso de amarse recíprocamente no termina. Cuando hay verdadero amor, éste no se acaba sino que se transforma y nos transforma. Una pareja que lleva algún tiempo de convivencia, sabe que su amor madura. «Las personas, como el buen vino, maduran y mejoran con el tiempo». Por lo tanto, es importante la paciencia, el autocontrol que no nos desnaturaliza, sino que nos lleva al sosiego, a la paz y a la armonia.

Si no llegásemos a conocer ni a canalizar nuestros sentimientos y nuestras emociones quedaríamos a la merced de éstos, sometidos a su vaivén. En una relación de pareja es normal el enojo, el enfado, la crisis. Por esto mismo, hay que construir un lenguaje adecuado para expresar esos enfados y malentendidos adecuadamente, primando ante todo el respeto. Hay parejas que ante el enojo, el enfado o la crisis lo que menos hacen es comunicarse o dialogar «después» del enfado, del enojo o de la crisis. Así no se puede construir un lenguaje sincero ni respetuoso ni, muchos menos aún, cuando en el momento del enfado o de la crisis se recurre al insulto, a la descalificación o al improperio.

Y es que ese lenguaje, esa comunicación, ese diálogo no se refiere solo a las palabras, sino que también se refiere a los gestos. Existe el «lenguaje del cuerpo» que es el lenguaje de los gestos y de las actitudes que comunican y transmiten lo que somos, lo que pensamos y lo que sentimos. Las palabras, los gestos y las actitudes muestran nuestra educación y nuestra buena o mala formación como personas, muestran nuestro carácter y nuestra personalidad. Evidentemente, hay gestos y palabras altisonantes y groseros; los hay también finos y exquisitos; los hay respetuosos e irrespetuosos. A través de este lenguaje del cuerpo, de los gestos y de las palabras, es cuando más se expresa y demuestra la buena o la mala sintonía de una pareja, su conocimiento o desconocimiento mutuo, se ve si «encajan» como pareja, si se comprenden y si se respetan sus diferencias.

Es muy importante en la comunicación y en la complementariedad de la pareja el aspecto sexual; el ejercicio de la sexualidad tiene un lenguaje, unos signos y un significado que comunican y llevan a la plenitud, al respeto y al placer de los cónyuges. La sexualidad es una parte esencial de la comunidad de vida y amor conyugal y a este tema dedicaré un escrito que más adelante pulicaré en este mismo blog.

Decía que las confrontaciones, las crisis, necesariamente tienen que darse en una pareja y este es el momento «clave» para revisar su compromiso. Es el momento de descubrir si hay motivaciones e ilusiones comunes para buscar alternativas, para saber si hay un proyecto común de vida a largo plazo o simplemente es una relación sometida a la caducidad del «mientras tanto». Amarse es conocerse y aceptarse mutua y recíprocamente. No se puede amar a quien no se conoce y no se puede aceptar a quien no se ama. La fórmula del consentimiento matrimonial que se expresa en la ceremonia nupcial con ese «sí, quiero» implica conocerse, aceptarse y amarse.

No hay normas generales ni hay fórmulas mágicas para la buena convivencia matrimonial, porque lo que para una pareja puede ser afortunado para otra puede resultar desafortunado y es normal que sea así, porque al igual que cada persona, cada matrimonio y cada pareja es única e irrepetible.  Lo que sí es siempre efectivo en la convivencia es el diálogo y la comunicación. Pero ¡cuidado! dialogar no es sólo comunicar, hablar, sino es ante todo «escuchar».

Me permito dar algunas sugerencias para evitar -en lo posible- las rupturas matrimoniales y familiares, siguiendo unas pequeñas pautas de comportamiento en la convivencia diaria: 1. Estar dispuestos a comprender, a ponernos en la piel del otro. 2. Prestar mucha atención a las pequeñas cosas, a los detalles.  3. Luchar por “no ser tan hipersensible” en la convivencia.  4. Procurar “evitar discusiones innecesarias”.  5. Tener “capacidad de reacción” tras momentos o días difíciles.  6. Cuidar el lenguaje verbal y no verbal, sabiendo que “cualquier conducta humana es comunicación”. Por eso, atender muy especialmente a tres ingredientes esenciales de la comunicación: respeto, comprensión y delicadeza.  7. Poner el máximo empeño para que no salga “la lista de agravios”.  8. Tener “el don de la oportunidad”.  9. Todo comportamiento necesita de un cierto aprendizaje. El amor de la pareja consiste “en una relación compleja en la que se intercambian recompensas presentes y futuras”. 10. Para lograr una correcta estabilidad de la pareja es necesario “adquirir habilidades para la comunicación”, sabiendo que “comunicarse” tiene mucho que ver con el dar, el darse y el entregarse.  11. Disculparse cuando uno se equivoca.  12. Buscar siempre alternativas.  13. Fijarse más en las virtudes del otro que en sus defectos, sólo así intentaremos ayudarle a que se de cuenta de sus defectos y los pueda corregir.  14. Es importante no basar nuestra vida emocional en las debilidades de nuestra pareja, sino en sus fortalezas.

Es un hecho real que la convivencia matrimonial y familiar nos puede mejorar como personas. Nadie puede decir que está condenado al «fatalismo del yo soy así y no puedo ser de otro modo». Somos libres y audaces para cambiar, para mejorar, para «ser de otro modo» y para transformarnos a nosotros mismos por amor. No debemos permitir que nuestros defectos nos lleguen a arruinar como personas, ni que lleguen a arruinar a otras personas, mucho menos a nuestra pareja y nuestros hijos.

NOTA: En este mismo blog he escrito algunos artículos relacionados con este tema que puedes leer en «Los cónyuges son los primeros parientes» , en «El Hogar como refugio y defensa de nuestra vida privada» y en «¿Una mentalidad optimista del matrimonio frente a una mentalidad pesimista del divorcio?»

Por: Patricia Alzate Monroy, Abogada y Doctora en Derecho

Por Patricia

19 comentarios en «Sugerencias para una buena convivencia matrimonial»
  1. La importancia del respeto en las familias, se expresa en estas tres palabras: “Gracias, por favor y lo siento”.

    Son tres palabras que desde pequeños debemos aprender a pronunciar sinceramente y que nos ayudarán a ser educados y felices en nuestras relaciones personales. Los padres deben asumir el reto de que todos sus hijos aprendan y digan estas tres maravillosas palabras.

    Los esposos nunca deben olvidar manifestarlas entre ellos.

  2. La felicito, muy buen articulo, siga escribiendo para que siga ayudando a construir hogares, Dios la bendiga.

  3. Pues mira están interensantísimos tus comentarios, y sobre todo muy acertados. Yo tengo ya 10 años de matrimonio y cada día siento que se está acabando el amor, tenemos una hija de 4 añitos, vivimos en el extranjero, no tenemos familia y mi esposo trabaja todo el día y sólo le emociona ver a su hija, a mi le da lo mismo, ya no es detallista y casi no tenemos relaciones, se podría decir casi nunca. No sé como hacerle para que me tome en cuenta y que sea detallista y demás.

    1. Es verdad que ahora la niña pasa a ser el centro de la casa y de las atenciones de sus padres, pero eso no significa que se deba descuidar entre los esposos los detalles de cariño mutuo y las atenciones recíprocas, más aún si ahora vivien en el extranjero y necesitan apoyarse entre ustedes dos. Lo mejor es que usted se siga cuidando, no pierda su vanidad e intente conquistarlo y atraer su atención. También dígale con sinceridad y sin enfado que siente que la relación está más fría y pregúntele qué pueden hacer los dos para mejorarla.

  4. Hola Patricia. Antes que nada, y sin conocerte del todo, solo he leído el artículo y las respuestas que has dado a las consultas, quiero transmitirte mi admiración a tus conocimientos y a tu forma de ver las cosas. Excelente el artículo.
    En mi situación, convivo hace nueve meses, y fueron muchas las veces que pense en irme. Hay un monton de cosas que me hacen variar. Por ejemplo, a la noche despues de cenar se acuesta a dormir sin esperarme, y dormimos de espaldas al otro. No tiene actitudes cariñosas y evade toda conversación emocional. Creo que el problema pasa por que nuestra relación se volvió monótona.
    Mi problema es que no pido las cosas, por el simple motivo de pensar q las cosas tienen que salir solas. Y el problema de el, es la falta de atención, su interminable cansancio, y las pocas actitudes de cariño. Son mas las veces que me siento sola, que acompañada.

    1. No creo que tenga que darse la monotonía en tu relación porque tan sólo llevan nueve meses de convivencia. Hay relaciones de muchos años en las que nunca llega la monotonía, si la pareja no lo permite y tienen una comunicación fluida y sincera. Me parece que lo que les falta es hablar con sinceridad y sin ninguna vergüenza sobre las cosas que les molestan y que podrían cambiarse. El problema es cuando no se habla, se asume esa costumbre como algo «normal» de cada uno por su lado y en un momento se «explota» y se discute. Díle que su actitud te molesta y pídele que cambie y tú ayúdale a cambiar diciéndole que es lo que esperas que haga, sin discutir, con cariño y positividad. Y sobre todo enseñándole con tu buen ejemplo como es que tiene que comportarse contigo.

  5. Una pareja debe tener su propio hogar, su propio espacio de convivencia. Es muy difícil llevar buenas relaciones de pareja y de familia, cuando los dos conviven con una de las familias y éstas no se llevan bien con el otro miembro de la pareja. Si realmente se quieren, se respetan y ven los dos que están dispuestos a poner la solución, pues búsquense su propio espacio. Y si no, pues decidan lo que más les conviene a los dos.

  6. Hola, yo quisiera saber que tanto es normal pelearnos por terceros sobre todo por su familia que en estos años de casada me ha hecho saber con sus actos que es lo más importante para él, no sé si yo soy la parte terrorista de la pareja y estoy llevando mi matrimonio de picada….. ¿Será que espero más de lo que él debe de darme?

    ¿Es adecuado que ya no conviva el mas con mi familia?

    Ya que lleva una un record de convivencia con mi familia y con la suya y ese es un motivo de discusión porque dice que con su familia no convivimos pero se le olvida de que cuando éramos novios no salíamos de estar con su familia y no se preocupaba porque yo no estuviera más tiempo con los míos.

  7. Más que de «acuerdos» se trata es de compromisos que se van equilibrando durante la convivencia. A veces y durante un tiempo puede ser que tú asumas un poco más de un 50% de esas obligaciones y a veces será él quien tenga que asumirlas un poco más. No es algo matemático: 50% tú y 50% yo. Es un compromiso de «compartir» las tareas, no porque «toca» sino porque es bueno para los dos, porque es justo que ambos lleven las cargas por igual.

    Lo mejor es que hables con él, sin discutir, pero con decisión y le aclares las cosas. Tu pareja ve muy bien que sea así, puesto que dices que ante los demás «presume» que comparte por igual las tareas del hogar.

    Es normal que en las parejas haya periodos de crisis, las cuales se superan si realmente hay amor. Lo importante es que no se dejen de comunicar, que hablen sobre estos asuntos, pero sin «pelearse», en un clima tranquilo y no de tensión. Como dice el dicho «más hace una gota de miel que un barril de hiel».

  8. Me gustaría me diese un consejo sobre la presente situación:
    desde que convivimos juntos había un «acuerdo» sobre limpieza de hogar, compras….de un «50%»….eso creía yo.
    Desde hace unos 10 años…él ha ido dejando y yo cargando con todo hasta que lo ha soltado todo.
    Ante la «gente» se las da de que lo sigue haciendo y le dejo decir…
    Ha llegado la situación de que nuestras vidas llevan caminos paralelos, con pocas intersecciones…no me conoce…sigue ante la «gente» intentando aparentar que todo es ESTUPENDO…, y ya no le sigo el juego.
    He intentado por medio de la comunicaión exponerle cómo me siento y «devuelve la pelota» con acusaciones sobre mí….no quiere escuchar…
    ¿qué método sigo?…gracias

  9. Esas cosas a las que te refieres es cuestión de que se pongan de acuerdo para compartirlas entre ambos, puesto que esas tareas «domésticas» es para el beneficio mutuo. No se trata de que al hacerlas él piense que te está haciendo un favor a ti ni mucho menos. Esto es cuestión de paciencia y de «educarlo» poco a poco, puesto que hasta hace muy poco tiempo se creía que esto era «cosa de mujeres» y no de hombres, pero afortunadamente los tiempos han cambiado y ambos comparten por igual las cargas del hogar.

    Te sugiero que leas un artículo que publiqué en este mismo blog que se llama e «El hogar como defensa y refugio de nuestra vida privada».

  10. Yo tengo un problema, diría que el único problema que me hace enfadar en casa. Ese es el de compartir las tareas domésticas. He «luchado» bastante para compartir como mínimo el hacer la cama (ya que el despierta y se marcha el último) o a que friegue los platos si yo hago la cena por la noche, etc… Pero no quiere asumir el «pensar» en la comida o en comprar las cosas básicas del día a día como el jabón, el papel de WC, el agua… cosas que siempre hay, pero que el nunca las compra… Y nada de barrer, fragar o limpiar el WC.
    No se si es una lucha suicida, el que las tareas domésticas sean la mitad por un igual, porque los dos trabajamos fuera decasa por un igual y los dos tenemos nuestras hobbys por igual. No sé cómo encarrilar la situación y eso me hace pensar que la relción, después de 20 meses de convivencia se pueda romper, sólo porque yo no quiero asumir todo el trabajo. Y por último, todos los gastos que conlleva las cositas del día a día, desde la comida hasta los detergentes y ¡todo! que se resta a mi cuenta bacaria.
    Grcias.

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