Estoy convencida de que todos los profesionales del Derecho que nos dedicamos al área del matrimonio y de la familia, teniendo siempre en la mira el horizonte fundamental de nuestra misión y el sentido de nuestra tarea, nos preguntamos por qué nos vemos a veces «ejerciendo» un poco de psicológos o de orientadores familiares. Esto es normal que nos suceda (sin quererlo ni buscarlo) porque nuestros clientes, cuando acuden a nuestro Despacho pidiendo orientación jurídica para su concreta situación matrimonial o familiar, nos hacen muchas confidencias personales e íntimas que ni siquiera se las han contado a sus más cercanos parientes.

Suelo tener en mi escritorio o sobre la mesa de la sala donde atiendo a mis clientes una caja de kleenex, porque es normal que al narrarnos su problema se les escapen algunas lágrimas y sollozos. Y no hablo sólo de mujeres ¡no! He visto a muchos hombres soltando una que otra lágrima durante la consulta. Todo esto me lleva a tener cada día más conciencia de la grandeza de mi profesión y de la delicadeza y del respeto que implica ejercerla cuando las personas nos confian su intimidad y nos cuentan sus historias personales. Y es que se toca la «fibra humana», se palpan los sentimientos humanos, lo cual imprime el carácter y la dignidad de lo que somos y de lo que hacemos. Conseguir ese clima de confianza que facilita esa apertura del cliente, es cuestión de sintonía. Porque los clientes se dan cuenta de manera inmediata si se encuentran frente a un abogado de familia consciente de su misión, que los trata como a  personas y no como a un «expediente o un caso más por resolver». Los clientes son los primeros en notar si su abogado es un humanista o alguien preocupado más por la «ganancia económica» que le supone el caso.

El abogado de familia tiene la posibilidad real de trabajar por la familia, por la persona. Digo esto porque en algunas ocasiones nos encontramos ante un cliente, hombre o mujer, que teniendo un problema matrimonial que no pasa de ser sólo una «crisis matrimonial» nos consulta la posibilidad de tramitar su divorcio. Es cuando entra en juego la conciencia y el sentido que tenemos de nuestra profesión y lo que marca la diferencia entre el abogado de familia y aquel que sólo busca tramitar un divorcio para «cobrar» un caso más. Muchas veces he tenido la satisfacción personal de ayudar a que una persona recapacite sobre su matrimonio y su familia y no se precipite a plantearse un divorcio, porque la solución no es ésta sino otra que tiene que ver más con el diálogo y la comunicación de pareja. Le ayudo a que reflexione sobre su posible decisión de divorciarse proyectándose hacia el futuro en un corto, mediano y largo plazo. Es verdad que actuando así, el cliente recapacita y dejo de ganarme los «honorarios» de ese posible divorcio, pero he ganado más en lo personal y en lo profesional y esto me trae muchos más dividendos, pues siempre he estado convencida de que la ética profesional es muy rentable: un cliente satisfecho con la actuación de su abogado, trae muchos más clientes.

El abogado de familia que se encuentra en consulta con su cliente no debe dejar de ver que detrás de éste hay una familia, unos hijos, cada uno con su propia biografía personal. Y que con nuestra asesoría jurídica, podemos ayudar a esa familia. Cada situación matrimonial y familiar tendrá una solución específica, pero no será la misma para todas. El divorcio es una muy buena solución, pero no siempre es la única solución.

Es cierto que el divorcio está alcanzando un alto índice de proporciones. Esto debe llevarnos a los abogados de familia a reflexionar cuáles pueden ser sus causas y sus consecuencias, para enfocar el problema convenientemente y ayudar a plantear soluciones adecuadas, dentro de la disciplna jurídica en la que estamos inmersos. No es para alegrarse de tanto divorcio. Tampoco es para lamentarse. Es sencillamente para analizar y estudiar más a fondo sobre la situación actual del matrimonio y la familia, puesto que el estudio y el análisis de la realidad es algo que nunca debe dejar de hacer el abogado. Y es que el abogado de familia es un humanista por antonomasia y debe ser un conocedor de las ciencias sociales.

A mi modo de ver, una de las muchas causas de tanto divorcio que actualmente tenemos en nuestra sociedad es la falta de educación en el amor, en el manejo de las emociones y de las relaciones interpersonales y familiares. Varias parejas y familias «se rompen» por la falta de esta formación. Esto es lo que a veces percibo en el fondo de algunas situaciones. En otras ocasiones, son los mismos clientes los que nos lo dicen. Es cuando, sin quererlo ni buscarlo, nos encontramos ejerciendo un poco de psicólogos o de orientadores familiares, como decía al inicio de este escrito. No es intrusismo, sino simplemente consecuencia de nuestra profesión, puesto que un abogado de familia debe tener mucho de psicólogo y mucho de orientador familiar para ser muy competente en su profesión. Y no es porque tengamos que estudiarlo en la universidad, sino que la vida misma y la profesión nos enseñan a serlo.

Por esto mismo, me permito dar algunas sugerencias para evitar -en lo posible- esas rupturas matrimoniales y familiares, siguiendo unas pequeñas pautas de comportamiento en la convivencia diaria: 1. Estar dispuestos a comprender, a ponernos en la piel del otro. 2. Prestar mucha atención a las pequeñas cosas, a los detalles.  3. Luchar por «no ser tan hipersensible» en la convivencia.  4. Procurar «evitar discusiones innecesarias».  5. Tener «capacidad de reacción» tras momentos o días difíciles.  6. Cuidar el lenguaje verbal y no verbal, sabiendo que «cualquier conducta humana es comunicación». Por eso, atender muy especialmente a tres ingredientes esenciales de la comunicación: respeto, comprensión y delicadeza.  7. Poner el máximo empeño para que no salga «la lista de agravios».  8. Tener «el don de la oportunidad».  9. Todo comportamiento necesita de un cierto aprendizaje. El amor de la pareja consiste «en una relación compleja en la que se intercambian recompensas presentes y futuras». 10. Para lograr una correcta estabilidad de la pareja es necesario «adquirir habilidades para la comunicación», sabiendo que «comunicarse» tiene mucho que ver con el dar, el darse y el entregarse.  11. Disculparse cuando uno se equivoca.  12. Buscar siempre alternativas.  13. Fijarse más en las virtudes del otro que en sus defectos, sólo así intentaremos ayudarle a que se de cuenta de sus defectos y los pueda corregir.  14. Es importante no basar nuestra vida emocional en las debilidades de nuestra pareja, sino en sus fortalezas.

Podría seguir con un largo etcétera, pero lo importante es tener claro que la vida de familia es una escuela de virtudes en la que todos aprendemos a ser mejores contando también con nuestros fallos y nuestras equivocaciones.

Obviamente, en todo lo dicho hasta aquí, me he referido a situaciones «normales» en las que se excluye la existencia de «patologías» o enfermedades, ya que encontramos personas que son incapaces de tener unas sanas relaciones interpersonales o un sano control de las emociones o un sano concepto del amor o un sano equilibrio emocional. Es cuando les aconsejamos que acudan a la ayuda de un experto psicólogo o psiquiatra. Hay otros casos muy lamentables en los que algún miembro de la pareja o de la familia tienen un desequilibrio psíquico o psicológico, convirtiendo su entorno familiar en un infierno (casos de violencia de género, de violencia intrafamiliar, de abusos a menores, de alcoholismo, drogadicción, etc.) en los que hay que acudir a otras pautas y a otras soluciones drásticas e inmediatas.

Antes de terminar hago un pequeño paréntesis para decir que en este escrito me he centrado sólo en el tema del matrimonio y del divorcio. Porque bien sabemos todos que los abogados de familia atendemos otros asuntos como la filiación, las herencias, las adopciones, guarda y custodia de los hijos, etc. Sobre todos estos aspectos he escrito en este mismo blog. Lo cierto es que los temas de divorcio son los que más se suelen solicitar en nuestros Despachos, a los que acuden también  -hay que decirlo- muchas personas que han madurado y sopesado muy bien su decisión  de divorciarse, buscando el bien personal y de sus hijos.

Por: Patricia Alzate Monroy, Abogada y Doctora en Derecho

 

Por Patricia

5 comentarios en «Sentido, ética y profesionalidad del Abogado de Familia»
  1. […] Nadie puede negar esta realidad, como tampoco nadie puede negar la numerosa existencia y aumento de demandas de divorcio y separación de mutuo acuerdo conseguidas en los Juzgados de Familia, a través de nuestro eficaz ejercicio profesional como Abogados- mediadores. Es evidente que todos los que tenemos un Despacho de derecho de familia, tocamos a diario la “fibra humana” de nuestos clientes, quienes nos confian de manera admirable sus preocupaciones y sentimientos más íntimos, en busca de una solución jurídica favorable a sus problemas. Por eso, también somos expertos en humanidad.     […]

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