Hace pocos días me hicieron una entrevista en directo en el magazine diario de las mañanas «Cada día más» de la emisora «Aragón Radio», en el que me preguntaban «si daba lo mismo casarse que irse a vivir juntos en unión de hecho». La cuestión la planteaban argumentando que actualmente hay demasiados divorcios en España, son tantos que -según las estadísticas del año 2010- en nuestro país hubo un número más elevado de divorcios que de matrimonios. Uno de los contertulios, un sociólogo que también fue invitado a participar en dicho programa de radio, aducía que ahora las mujeres optan más por la unión libre, dada su independencia económica y que los hijos son iguales ante la ley, sin importar que nazcan dentro de un matrimonio o dentro de una unión de hecho.
Se afirmaba también que las parejas buscan más las uniones de hecho para «huir de los papeleos». Y que por todo ello podría pensarse que actualmente el matrimonio está en crisis.
Teniendo en cuenta mi experiencia en temas de derecho matrimonial y de familia, tanto en el área del derecho civil como del derecho canónico, manifestaba en este programa lo que personalmente creo y es que el matrimonio no está en crisis, aunque sea cierto que últimamente han aumentado considerablemente los divorcios y las uniones de hecho. Como prueba de que el matrimonio no está en crisis, tenemos las innumerables listas de espera que hay en las Iglesias y en los Juzgados por el elevado número de parejas que desean casarse, ya sea por lo católico o por lo civil, las cuales deben esperar un promedio de uno a dos años para poder contraer nupcias.
Sinceramente considero que lo que está en crisis es una visión optimista acerca del amor y del matrimonio, ya que existe un gran temor a las dificultades propias de la convivencia matrimonial. Algunas personas piensan que la estabilidad y la permanencia de la vida matrimonial es una utopía; otros creen que hay más libertad para vivir en «unión libre» o en unión de hecho que en matrimonio. ¡Y nada más lejos de la realidad! Para casarse también se necesita libertad, además de madurez, porque con libertad y madurez dos personas que se aman pueden entregarse y aceptarse mutua y recíprocamente en matrimonio.
Casarse supone asumir juntos un futuro impredecible e imprevisible porque el matrimonio es un proyecto de vida en común a largo plazo. Un matrimonio estable funda un hogar estable en el que se pueden «echar raíces». El hogar está hecho a la medida del amor humano, por eso el hogar como el amor, es un proyecto a largo plazo. El amor no es la suma de dos egoísmos, ni la relación entre dos, sino una actitud amorosa de darse mutuamente sin intereses personales, de una manera permanente, sin la temporalidad del “mientras tanto”. Un hogar no se logra mientras esté sujeto a caducidad temporal, porque precisamente el hogar nace cuando la persona se estabiliza y fija su vida y sus metas. Cuando fijamos nuestra permanencia, nuestro afincamiento, nuestro asiento es porque hemos constituido un hogar. Podría decirse que el hogar es un proyecto interminable.
Es verdad que hay parejas en unión de hecho que son estables y permanentes y que fundan hogares estables y permanentes. Conozco varias parejas de hecho que llevan más de 25 años de convivencia, que no se han casado ni piensan hacerlo y que ya tienen hasta nietos, a pesar de que todavía son jóvenes. Conozco también otras parejas en unión de hecho, que después de muchos años de convivencia, deciden casarse. En general, las parejas que inicialmente deciden vivir juntas, tienen en mente casarse si después de unos años «funcionan como pareja»; es decir, en la mayoría de los casos, el matrimonio es la meta después de conocerse a fondo.
También es verdad que el matrimonio no es la «garantía» de que una pareja va a permanecer mucho tiempo junta. Hay matrimonios que a los 6 meses de casados, se divorcian. Pero también hay muchísimos matrimonios que «duran toda la vida». En el fondo de los corazones de dos personas que se aman verdaderamente y deciden unirse para vivir juntas, late el deseo de buscar el «bien de los dos», de permanecer en el tiempo y de superar unidos todas las difultades. Y así es, ya que el amor real tiene vocación de permanencia y de estabilidad.
Evidentemente, la manera de convivir en pareja es una cuestión de actitud, de libertad, de convicción personal y no de «sistemas legales» o formales, porque no son los sistemas legales ni los ordenamientos jurídicos los que crean las familias, ni los que crean los matrimonios ni las uniones de hecho, sino que son las personas las que deciden libremente casarse o vivir en unión de hecho sin casarse. En todo caso, lo que debe hacer el sistema legal es regular esas formas de convivencia en pareja, ya sean en matrimonio o en uniones de hecho, según decidan los enamorados. Y por esto digo que lo que está en crisis no es la «institución del matrimonio» sino la actitud optimista acerca del amor y de la convivencia estable y libre en pareja.
Hay un cierto pesimismo y temor al compromiso estable, ya sea matrimonial o en unión de hecho. Y reitero nuevamente que no es la «opción» del matrimonio o de la unión de hecho (o sea, un «sistema legal») la garantía de esa decisión permanente y firme de conviviencia, sino que la grantía está en la actitud consciente y libre de querer hacerlo y de estar convencidos de poder hacerlo. Y hay que afirmar que sí es posible, por amor y en libertad, fundar familias y hogares estables, ya sea en matrimonio o en unión de hecho.
Sin embargo, no es lo mismo casarse que no casarse o, dicho de otra manera, desde un punto de vista legal, no es igual el matrimonio a la unión de hecho, así esta unión sea la de una pareja estable que lleve muchos años de convivencia. Y así lo viene sosteniendo de manera reiterada el Tribunal Supremo, quien declara desde hace tiempo y a través de sus sentencias que entre el matrimonio y la pareja de hecho no existe una relación de analogía y que aunque estas uniones de hecho gocen de un reconocimiento social no son equivalentes al matrimonio, por lo que no cabe transponer el régimen jurídico de éste en aspectos tales como, por ejemplo, el régimen económico matrimonial en las parejas no casadas. La unión de hecho es una situación NO equiparable al matrimonio, aunque ciertamente ambas instituciones se encuentran en el ámbito del derecho de familia.
Que las uniones de hecho no son lo mismo que el matrimonio lo saben muy bien las parejas homosexuales, quienes no se han conformado con que sus uniones se queden jurídicamente reconocidas tan sólo como uniones de hecho, sino que han luchado hasta conseguirlo ya en algunos países, que se les reconozca legalmente su derecho a casarse, es decir, a contraer matrimonio y no a ser simplemente parejas de hecho. ¿Por qué? Porque saben que el matrimonio «implica» más que la mera convivencia de hecho, tiene mayor trascendencia y reconocimiento socio-jurídico, porque el matrimonio origina un estado civil, el de «casado/a», y porque el matrimonio crea una identidad familiar que es la de ser «esposo o esposa» o «cónyuges».
Sabemos que los cónyuges son los primeros parientes, porque la relación conyugal tiene un carácter familiar que se adquiere desde el momento en que los esposos se intercambian el consentimiento matrimonial, cuando se dicen libremente y por amor, durante la ceremonia nupcial, “si quiero entregarme a ti como esposo/a».
El matrimonio también crea unas relaciones de parentesco por afinidad entre los parientes consanguíneos de los cónyuges, quienes, precisamente por ser cónyuges, hacen que surjan las relaciones familiares entre los suegros con sus yernos y sus nueras, entre cuñados, etc.
Obviamente, el actual sistema legal sobre el matrimonio es totalmente opuesto respecto del matrimonio civil y del matrimonio canónico. El matrimonio civil en España permite el divorcio a los 3 meses de casados, permite el matrimonio entre parejas del mismo sexo, lo cual no está permitido en el matrimonio católico, porque el matrimonio católico es indisoluble y sólo puede contraerse entre un hombre y una mujer. Muchos expertos juristas en derecho matrimonial, consideran que el matrimonio civil en España es un sistema «creado por la ley» o una «ficción legal» que desvirtúa el verdadero y auténtico concepto del matrimonio y del consentimiento matrimonial.
Y por esto, tampoco es igual casarse por lo católico que por lo civil en España, y los que se casan eligiendo alguna de estas dos formas, generalmente lo hacen por convicción personal y/o religiosa, sabiendo que el matrimonio canónico conlleva una visión trascendente del vínculo matrimonial, que va más allá de un formalismo meramente legal.
En cuanto a las uniones de hecho, también su regulación es muy diversa según se aplique el código civil español o la legislación propia de algunas Comunidades Autónomas que tienen derecho foral propio. Tampoco es lo mismo una unión de hecho «registrada» a una unión de hecho «no registrada». Pero lo cierto es que las uniones de hecho están tan extensamente legisladas que, a veces, terminan pareciéndose a un «cuasi-matrimonio civil». Tanto es así, que si una pareja elige la unión de hecho para «huir de los papeleos», lo tiene muy mal porque no puede evitarlos si quiere demostrar que vive en unión de hecho, lo mismo que si quieren terminarla o demostrar que la han terminado.
Entonces, tenemos que no es igual casarse a no casarse. Y que no es lo mismo casarse por lo católico, que casarse por lo civil, que vivir en unión de hecho registrada o no registrada. ¿Qué hace la diferencia? ¡No es el sistema legal! La diferencia la hacen las dos personas que se aman y deciden cómo van a vivir su unión. Es la decisión personal sincera, libre y verdadera de cómo asumir a su pareja; decisión que necesariamente conlleva la dimensión temporal de vivir de manera estable y permanente o sólo «mientras tanto». Es una decisión de dos, donde no sólo cuenta cómo quiero yo asumir a mi pareja sino, sobre todo, cómo quiero yo que me asuma mi pareja a mí. Es lo que marca el grado de compromiso.
Y de acuerdo con ese grado de compromiso personal y de pareja se toma la decisión de casarse o no casarse. Lo importante es ser coherente con la decisión y el compromiso adquirido. Creo que nadie se casa pensando en divorciarse. Pero si alguien se casa por lo civil, sabe que el divorcio express lo puede obtener a los 3 meses de casados (o menos tiempo, si hay violencia de género), y con el divorcio ya queda libre de ese vínculo matrimonial civil. Mientras que si se casa por lo católico, sabe que ese matrimonio es indisoluble y que en la Iglesia, al no existir el divorcio, sólo se podrá quedar libre de ese vínculo matrimonial católico, si se declara la nulidad matrimonial, siempre y cuando existan causales de nulidad matrimonial. Es verdad que se puede obtener el «divorcio civil» de un matrimonio canónico en la jurisdicción civil, pero este divorcio no libera el vínculo matrimonial canónico, por lo que nadie puede volver a casarse por lo católico mientras éste permanezca, aunque sí puede volver a casarse por lo civil, pero con consecuencias canónicas como la de no poder comulgar: ésta es la difícil situación de los divorciados católicos vueltos a casar por lo civil.
Como conclusión, podemos entender que existe libertad para vivir en pareja estando casados o no casados; y que existe también libertad para divorciarse si hay matrimonio o para romper la convivencia si hay unión de hecho. Pero, sin duda, hay un mayor grado de libertad, de amor y de compromiso personal para convivir de manera estable y permanente, ya sea en matrimonio canónico, matrimonio civil o en unión de hecho, porque la pareja así lo ha decidido y lo cree posible. Y sólo el transcurso del tiempo, «hasta que la muerte nos separe» certifica la veracidad de ese auténtico compromiso amoroso, ya sea matrimonial o en unión de hecho. Y muchísimas parejas «duraderas», ya sean casadas o en unión de hecho, pueden certificar con sus vidas comprometidas la permanencia de su entrega por amor.
ESCUCHAR LA ENTREVISTA EN ARAGÓN RADIO
Por: Patricia Alzate Monroy, Abogada y Doctora en Derecho
Tengo 34 años tres hijos y mi relación es de hace 12 años con alguien mayor (65 años) pero el esta casado le he pedido que se separe para podernos casar, el lleva separado 30 años tiene dos hijos adultos ya con familia y el conmigo tememos una hija de 9 años. Vivo con miedo a que le pase algo malo y me deje en la calle ya que nunca me ha dado algo estable para poder vivir tranquila, dependo mucho de el para vivir con mis hijos no tengo mas familia que la mía. Lo triste de todo que todo este tiempo nunca me dejo pedir ayuda para obtener beneficios por la municipalidad para si poder tener mi casa propia.
[…] despliega la vida de los esposos que se entregan incondicionalmente. En un sistema divorcista el matrimonio es un contrato que se disuelve por la misma voluntad de los cónyuges que lo contrajeron. Actualmente, en muchos […]
[…] verdad que la voluntad verdaderamente matrimonial de los esposos, el querer casarse de verdad, puede manifestarse de diferentes maneras, ya sea en una boda civil, en la boda de otra religión, […]
Llevo 12 años con mi novio, y en el año 2007 a base de insistirle, nos hicimos pareja de hecho. Digo insistir porque yo he sido la que » he tirado del carro», pues me fuí de alquiler y el vino a rastras por miedo a perderme, me apunté a vivienda de protección oficial, miré yo sola pisos hasta que al final compramos un piso pues me vió que sino compraba conmigo, compraría yo sola… en fin, dice que es porque vamos a ritmos distintos.
Siempre he pensado que pareja de hecho no sirve para nada, le he insistido mucho (demasiado) y no da el paso por miedo, o eso creo. Dice que es lo mismo pareja de hecho que casarse. Entonces, ¿a qué viene tanto miedo?. Si tenemos en mente tener familia, yo creo que firmando los papeles en el juzgado estaríamos más cubiertos.
Ahora mismo pareja de hecho solo nos permite hacer la declaración de la renta conjunta si nos conviene, y justificamos que vivimos juntos. Si pasa algo, nos vemos con una mano delante y otra detras.
Es evidente que querer libremente casarse requiere un mayor grado de compromiso y de entrega.
Doctora Alzate.
Muy pertinente su ensayo. La paridad que algunas legislaciones pretenden dar a la Unión de Hecho y el matrimonio es un poco absurda.
Como bien atina, los mismos homosexuales reconocen el valor intrenseco del matrimonio y buscan ellos mismos legalizarse asi.
Me parecio excelente la publicacion.. Creo que mucha gente tiene miedo a casarse..como si fuera un mal..!!! Miedo a estar con la persona que uno ama…???A tener un fracaso..??? antes de saber que es lo que Dios nos está preparando…Que loco ..no??
Felicitaciones!!!
Excelentes comentarios Maestra Alzate.
Le felicito por tan complta informacion sobre el matrimonio
Dios quiera que nos pueda seguir compartiendo sus experiencias.yo actual estudio la carrera de derecho.
en mi Natal Tampico Mexico,y soy uno de sus tantos visitadores a sus publicaciones.
enhorabuena y un cordial saludo.
Jesus cavazos
Tampico Mexico
Me ha parecido muy bien este escrito, sencillo y profundo. Mis padres, ambos bautizados por la Iglesia Católica, pero no practicantes ni creyentes, decidieron vivir juntos sin casarse, siendo ambos solteros. Duraron en su convivencia 37 años y murieron juntos en un accidente de tráfico. Su unión fue «hasta la muerte» y fiel. Tuvieron 3 hijos, yo soy uno de ellos y para nosotros fueron un ejemplo de vida. Un sacerdote nos dijo en el funeral, que por ser mis padres bautizados y solteros y haber vivido todas las virtudes del matrimonio verdadero, su unión podía considerarse como matrimonio sacramental, así no hubieran celebrado el rito católico.
La felicito por tan excelente escrito. ¿Ha estudiado alguien en España la relacion violencia y uniones consensuales? En Puerto Rico, por existir una epidemia de casos, se ha legislado al respecto. El legislador reconoce que la violencia no es privativa entre las uniones de hecho, pero al legislar le da prominencia a éstas. Ver lit. al respecto en Google.