He tenido el privilegio de conocer personalmente al Papa Juan Pablo II, de conversar con él y de tener varios encuentros directos en la Santa Sede durante mis estudios de doctorado en Roma. Mi emoción y expectación ante cada encuentro con Juan Pablo II eran enormes, mezclados con algo de nerviosismo que desaparecía al estar frente a él, al ver su mirada y su sonrisa serena y, especialmente, al percibir su disposición de escucha atenta a lo que le decía, acercaba su oído moviendo lentamente su cabeza, reflejando una actitud de interés profundo en lo que escuchaba y en la persona que le hablaba.
La vida del Papa se ha apagado, pero se enciende ahora de una manera potente la luz de su influencia histórica en el momento presente y futuro de la humanidad. El tiempo corroborará la grandeza de su personalidad, de su pensamiento, de su humanidad y de su coherencia de vida al encarnar valientemente lo que predicaba con tanta fuerza: «no tener miedo al dolor, al sufrimiento ni a las contradicciones». Una voluntad férrea dentro de un cuerpo enfermo y anciano, fue su legado en sus últimas apariciones. Un hombre de fe.
Pero no me referiré a Juan Pablo II en su indiscutible liderazgo espiritual, religioso, moral o intelectual. Quiero referirme al Papa como Jefe del Estado Vaticano. En estos veintisiete años de su Pontificado no ha habido personalidad política de talla mundial que no se haya entrevistado con el Romano Pontífice. El Estado Vaticano, minúsculo territorialmente hablando, pero presente en todo el planeta está perfectamente estructurado, como un modelo de organización funcional y jerárquica sorprendente. El Gobierno Universal de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es complejo, sólido y con una experiencia de dos mil años de existencia, con todas sus luces y sombras. A la cabeza de este Gobierno Universal, el Papa. En él se concentran todos los poderes ejecutivos, legislativos y jurisdiccionales. No es un gobierno democrático, ni sus decisiones se someten a referéndum. Tampoco es un gobierno despótico ni arbitrario, pues la finalidad y sentido de todas las actuaciones del Vicario de Cristo en la tierra son el amor, el respeto y la dignidad de todos los hombres.
¿Por qué la muerte, elección y sucesión de un Jefe de Estado tan pequeño como es el Estado Vaticano pone en vilo a todo el mundo que, generalmente, permanece indiferente ante la muerte de otros Jefes de Estado? Porque es el Papa. Porque sus decisiones no sólo influyen en las conciencias y comportamiento de los católicos, sino, sobre todo, porque es evidente su influencia y repercusión política y social. ¿Qué pasará con la muerte de Juan Pablo II, quién gobernará la Iglesia mientras se elige al nuevo Papa, quiénes y cómo lo elegirán? Lo cierto es que la historia de la Iglesia se seguirá escribiendo y quien lo suceda continuará la misión de servicio a toda la humanidad.
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, del 22 de febrero de 1996, de Juan Pablo II, y que hasta el momento no se había aplicado dada su novedad, recoge la experiencia de muchos siglos. La Sede Vacante que acaba de comenzar, la elección y aceptación del nuevo Pontífice, es un periodo en el que “no se innovará nada”. El gobierno queda confiado al Colegio de los Cardenales sin ninguna potestad sobre cuestiones reservadas exclusivamente al Papa en vida. Los Cardenales que no hayan cumplido 80 años se reúnen en cónclave para elegir al Sucesor; se convoca 15 ó 20 días después de la vacante. Se celebra en la Capilla Sixtina, con la necesaria reserva y discreción. Hay una novedad: los Cardenales se alojan en una residencia situada en el Vaticano llamada Domus Sanctae Marthae, inaugurada en 1996.
La elección se hace por escrutinio, con una votación individual y secreta de los Cardenales electores, contando con dos tercios de los votos. En el momento en que es elegido se le pregunta si acepta ser el Papa y con qué nombre quiere ser llamado y, desde ese momento, adquiere la plena y suprema potestad en la Iglesia Universal; se anuncia su nombramiento en el balcón de la Basílica Vaticana “…habemus Papam” y el Romano Pontífice imparte la bendición “Urbi et Orbi”.
Publicado en el Diario Heraldo de Aragón, Lunes 4 de abril de 2005
La Beatificación de Juan Pablo II sigue siendo un clamor mundial y ya son varios los milagros que se le siguen atribuyendo al Beato Juan Pablo II:
http://www.am-abogados.com/blog/%C2%BFcomo-son-los-procesos-de-beatificacion-y-de-canonizacion/3809/
Para leer sobre la sorprendente noticia mundial de la renuncia al Papado de Benedicto XVI y analizar la situación próxima de la Sede Vacante y el Cónclave para elegir al Nuevo Romano Pontífice, en:
http://www.am-abogados.com/blog/no-es-la-primera-vez-que-renuncia-el-papa/5058/
[…] del 22 de febrero de 1996, de Juan Pablo II, recoge la experiencia de muchos siglos en lo que a la elección del Papa respecta. La Sede de Roma, la Sede de San Pedro, quedará vacante a partir del próximo 28 de […]
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